Nunca he sabido contar chistes. Cuando lo he intentado, siempre me he perdido por la mitad y he dejado a mis interlocutores en la molesta obligación de reirse con desgana de una gracia fallida. De hecho, casi nunca retengo los que me han contado, de manera que puedo reirme varias veces con el mismo.
En realidad, sólo me hacen gracia los chistes más tontos, tipo el de "padeze uzté un godila"; o los varios que hay sobre tomates que que van por una carretera. A ellos debo añadir ese tan famoso de Tip y Coll, tan corto y absurdo que, quizás por ello, nunca he olvidado.
-Hola. Soy paraguayo y vengo a pedirle la mano de su hija para amarla y hacerla feliz.
-¿Para qué?-Paraguayo.
En homenaje a Coll, que me parecía un buen tío y acaba de morir. En un momento, por cierto, en el quizás haga falta un poco de humor tonto.
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El humor siempre es necesario, de eso estoy convencida. Una de Coll, el epitafio de Sofía Loren: "Carlo, si tanto me quieres, Ponti en mi lugar"
Me sumo al homenaje.