Después de brillantes cursos en un colegio de Jesuitas y veranos en Boston para aprender inglés, Borja optó por hacer ESADE. Sus orgullosos padres repetían a sus amistades que eso era como hacer derecho y económicas a la vez. Las altas calificaciones continuaron.
Al terminar sus estudios Borja fué contratado por una importante empresa multinacional. Dicha empresa proporcionaba a sus nuevos empleados de alto nivel un preciso itinerario profesional orientado a motivarlos en todo momento a competir despiadadamente entre sí para escalar posiciones dentro de la estructura de la propia entidad. La promoción se realizaba mediante la ocupación sucesiva de puestos de trabajo de creciente nivel de responsabilidad, status, salario y privilegios. Borja fue contratado como consultor junior de segunda categoría, pero su habitual esfuerzo y dedicación determinaron que solo seis años después ya ocupase el puesto de assistant de primera, posición que en su empresa era la antesala de la condición de partner, es decir, el olimpo de los dioses directivos con viajes en business class, audi de empresa, créditos sin interés para compra de vivienda y stock options.
En ese momento, la carrera de Borja tuvo un cierto parón. Una reorganización de los departamentos de su empresa lo situó al servicio de un partner de formación similar a la suya, pero que había difrutado de mejores oportunidades para demostrar su mayor talento para el negocio. Borja intuyó pronto que a la sombra de aquel brillante directivo su propia carrera corría peligro de estancarse. Había además otro problema: todos los partners estaban casados y tenían o esperaban hijos; su empresa aplicaba a rajatabla esa ley no escrita de reservar los puestos en la cumbre unicamente a aquellos que se entregan al trabajo como forma de defender el status social y económico de una famila consolidada.
Borja era un tío práctico y decidió solucionar ambos problemas. Contrajo matrimonio con Rebeca, una muchacha bellísima a la que había conocido en primer curso de ESADE, estudios que ella había sido incapaz de continuar y que había abandonado para ocuparse de las relaciones públicas en una cadena de boutiques que pertenecía a la familia de su madre. A la boda acudió todo el staff directivo de la empresa, incluído su jefe, con el que mantenía una relación cordial.Casi simultáneamente, comenzó a divulgar entre los directivos de empresas rivales el rumor de que su jefe se encontraba a disgusto en la empresa, y llegó incluso a remitirles su curriculum vitae, de forma discreta y rogando reserva. El plan funcionó: su jefe aceptó una de las ofertas que le llegaron y Borja pudo, por fín, ocupar su puesto.La promoción a partner coincidió con el nacimiento de su primer hijo.
La meteórica carrera de Borja no pasó desapercibida para los directivos de la sede central de la multinacional, discretos alemanes deseosos de incrementar la cuenta de resultados. Borja fué puesto al frente del departamento encargado de implantar nuevas líneas de negocio con America latina, responsabilidad que le obligaba a estar fuera de casa al menos veinte días al mes. Este puesto comportaba una enorme entrega, que quedaba sin embargo compensada con las oportunidades inherentes a participar de la estrategia de expansión internacional de la empresa y tratar con otros directivos internacionales en las salas vip de los principales aeropuertos del mundo.
Borja estaba pocas veces en casa; llegaba agotado y siempre estaba propenso al mal humor. En su ausencia, su joven esposa decidió distraerse y, para ello, se apuntó al gimnasio al que ya acudían sus amigas, todas ellas esposas de directivos de éxito tan ricas y aburridas como ella misma. En ese gimnasio conoció a Waldo, un atractivo monitor venezolano que no tardó en seducirla con su acento dulce y su actitud atenta y detallosa. Seis meses despues, Rebeca pidió el divorcio, obteniendo en el proceso el chalet adosado familiar, la mitad del patrimonio económico y la custodia de sus dos hijos.
Rebeca todavía vive en en el adosado. Se ha casado con Waldo, para regularizar su situación, y está embarazada de nuevo. Ninguno de los dos trabaja: la mitad de la pequeña fortuna que Borja amasó en los años de dura competencia para ascender en la empresa permite al feliz matrimonio vivir con desahogo. La otra mitad la está empleando el propio Borja en carísimos psiquiatras para superar la depresión y el severo alcoholismo que ya le ha costado ser despedido de la empresa.
¿Quien es el triunfador en esta historia?
El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene.
Está claro que el triunfador no es él, yo creo que no hay que basar la felicidad en el dinero y lo material, porque son cosas que tal y como vienen se pueden ir...
Hay que apoyarse en otros aspectos, en algo más sólido, y luego si va bien tu carrera de coña...