24 noviembre 2006
Revisión
Hay tanta gente por los pasillos del hospital que casi es necesario abrirse paso a codazos.Cuando localizo la consulta del neurocirujano pasan ya dos minutos de la hora prevista para la cita. Varias personas esperan están apostadas al lado de la puerta. Van antes que yo.

Mientras espero, repaso mentalmente las cosas que quiero decirle al especialista: las parestesias que vienen y van, el tipo de ejercicio que debería realizar, el dolor lateral que ha aparecido en las últimas semanas en la zona operada..., quiero coger el alta con garantías.

La consulta es una habitación pequeña. El neurocirujano está cómodamente sentado en una mesa de despacho. Contra la pared se apretujan tres chavales jóvenes que lo miran con admiración, seguramente estudiantes de medicina o residentes. Entre todos componen una escena una escena algo ridícula en tan poco espacio. Al entrar siento que interrumpo una conversación: todos me miran con cara rara.

- Siéntese - ordena el especialista, mientras rebusca unos papeles en un sobre enorme.

Los estudiantes me miran, y yo miro para mis zapatos.

- ¿Como se encuentra?, pregunta el facultativo.

- En general bien - contesto - pero en las últimas semanas ha aparecido un dolor...

- Vamos a ver - me interrumpe el especialista - yo a todos los operados les hago la misma pregunta: si hubieras sabido antes que la operación que te encontrarías tal como estás ahora, ¿te habrías operado?.

Menuda pregunta. Reconozco en ella la labor de generaciones de abogados defendiendo demandas por responsabilidad médica, de hecho es lo que yo mismo le aconsejaría preguntar.

- Por supuesto - respondo.

El especialista anota mi respuesta en una especie de formulario que ha extraído del gran sobre. Los estudiantes siguen observando en silencio: su maestro les está dando una buena lección de cómo atajar posibles problemas en la consulta, antes mismo de que aparezcan. Este tío es realmente bueno.

- Si surgiese algún problema, vuelva por aquí. Hasta luego - el especialista se despide sin levantar la vista del formulario.

- Muchas gracias - me despido, ya en la puerta

Me ha despachado en minuto y medio, no me ha permitido plantar ninguna pregunta y ha acreditado ante testigos que la operación ha salido bien. Un auténtico profesional.

Le comento la jugada a mi médico de cabecera, que se parte de risa. Él tiene otra explicación digamos, más gremial:

- Verás, los cirujanos son como una especie de mecánicos de la medicina. Sólo les interesa la intervención en sí, todo lo demás se lo preparan los anestesistas, los radiólogos, o los que toquen... Ellos abren, reparan, cierran y se van. En general no les gustan los pacientes que se mueven, y mucho menos los que hablan...

Pienso en ello de camino a casa, y me siento un poco menos persona y más cosa.
 
posted by Andrómena at 6:18 p. m. | Permalink |


4 Comments:


  • At lunes, 27 noviembre, 2006, Anonymous Anónimo

    En fin , una que es una esceptica con los medicos , que no me callo ni una , que ha bregado por desgracia mucho con ellos , detesta esa actitud de endosiamiento , de sabiduria criptica .....yo pregunto, les corto .....y consulto a varios , recuperate bien y no dejes de decir lo que te pasa :) kisses

     
  • At miércoles, 29 noviembre, 2006, Blogger Myrna

    yo a cada uno les trato como se merece.. eso significa que de acuerdo a como me traten a mi, osea como persona no como un objeto de deseo para operar y sacrificar y usar de conejo de indias...

    Mejórate y tú tienes tus derechos, no porque firmes unpapel se van a librar todos de cometer sus errores...que normalmente son antes de.. por no haber visto bien el problema.
    besitos guapisimo

     
  • At jueves, 30 noviembre, 2006, Anonymous Anónimo

    pregunta, pregunta... los estudiantes de medicina que estaban en el hospital... ¿eran tan viejos como parecen los de Anatomía de Grey?

     
  • At jueves, 30 noviembre, 2006, Blogger Andrómena

    Graciñas por vuestro interés. A pesar de simpatía mostrada por los galenos, la reparación parece que va evolucionando bien.

    Y, filóloga, los estudiantes eran tan jóvenes que daban miedo. Uno incluso tenía acné. Los de anatomía de grey podían ser sus abuelos.

     

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