Conducir no es lo mío.
Saqué el carnet con la edad mínima, aprovechando una iniciativa del INEM por la cual si estabas en paro podías apuntarte en una lista y te mandaban a una autoescuela totalmente gratis, se supone que para facilitar tu inserción laboral. Eran los buenos tiempos de la cobertura por desempleo, en los que te daban igual número de meses de paro que los que hubieses trabajado y, si se te acababa, te pagaban por hacer cursos.
Lo cierto es que fuí a la autoescuela sin la menor motivación, solo para aprovechar el chollo que se me ofrecía. Allí descubrí que no me gusta nada, pero absolutamente nada, conducir.
Tras cuatro intentos saqué el carnet, creo que por cansancio (y cierta benevolencia) de un examinador un poco harto ya de suspenderme. Lo metí en una funda de plástico y lo guardé. En los siguientes diez años no conduje más de media hora.
Me acostumbré a taxis, autobuses, trenes y sobre todo, a andar. Me acostumbré a acoplarme en los coches de los demás, y a desechar planes que exigían una movilidad de la que no disponía. Prioricé los trabajos que me permitían ir y volver andando (donde vivo es posible).Comprar un coche no entraba en mis planes.
Cuando, por ampliar mis posibilidades, decidí por fín hacerme con uno tuve que volver a una autoescuela a aprender de cero. Al monitor le hizo mucha gracia que quisiese poner una L de prácticas en mi coche, y me informó que con esa antiguedad de carnet podrían incluso multarme si la llevaba. Me enseñó a circular pero, pese a muchos intentos, no consiguió que aparcase el coche más que en batería. Todavía no he aprendido a hacerlo de otra forma.
Sigue sin gustarme conducir. Intento evitarlo y, cuando no me queda más remedio, debo ser la única persona que cumple todas las normas de circulación . Y eso es algo que desespera a los demás conductores.
Los coches son cosas, pero establecemos con ellos una relación muy especial que los aproxima a las personas. Siempre necesitamos saber dónde está. Lo llevamos a revisar con mucha más frecuencia que a nosotros mismos. Si tenemos la posibilidad le ponemos una casita bastante cara para que duerma a gusto. Le compramos cositas. Le damos cremitas. Y cuando empeza a envejecer nos ponemos tristes, pero empezamos a mirar de reojo a otros más jóvenes y atractivos con la tentación de serles infieles.
Mi coche nació en Stuttgart y tuvo mala suerte conmigo. Es capaz de darme mucha potencia y aceleración, es capaz de adelantar a muchos que me adelantan a mí, pero yo no se lo pido. Sale poco, y cuando voy a sitios interesantes no suelo llevarlo. Pasa mucho tiempo en el garaje, a oscuras, y sus ruedas pierden presión.
Nunca se ha quejado. Nunca ha tenido una avería o me ha dejado tirado. Pero creo que si pudiera pensar hubiera preferido pertenecer a algún conductor de verdad que le sacase todo el partido, lo tuviese todo el día en la calle y lo llevara a viajes emocionantes por autopistas sin límite de velocidad. A veces, cuando lo pongo en marcha, creo oir un cierto sonido de reproche...
a mi me pasa igual, al final le tomas cariño a todo lo material tambien, como si fuese parte de la familia... jaja es normal
aqui estoy ahora ..besos.