16 agosto 2006
Ya soy un ser inalámbrico

Como sigo teniendo dificultades para permanecer mucho rato en una silla, un alma caritativa se apiada de mí y me presta un ordenador portátil. Al encenderlo descubro que mi edificio está plagado de redes inalámbricas, todas ellas protegidas. Decido que yo tambien quiero tener una, para poder conectarme a internet cómodamente desde la cama o el sofá sin que me aumente el dolor.


Me acerco a una tienda de informática. Hay una cola que parece formada por personas que saben realmente de qué va esto. El el mostrador atienden dos chavales que usan palabras que no entiendo: overclock, MAC, NAT, bios,...; yo no tengo ni puta idea, y sé que me van a calar.

Cuando llega mi turno, el chaval que informa que mi proveedor de cable me puede montar la red inalámbrica, pero deberé pagarle un alquiler del cablemodem aún mayor que el que ya pago, cosa que no me hace ninguna gracia. Tambien me indica que puedo evitarlo si instalo un router wifi. Router, vaya palabreja. Es evidente que no sé que carallo es eso... El de la tienda se da cuenta, y añade que tendré que configurar personalmente la dichosa red. Efectivamente, ya me ha calado, no tengo ninguna oportunidad. Me largo de allí.


Tener un informático a mano es buena cosa, pero para poder acudir a uno es necesario ganarse su respeto demostrando tener al menos un conocimiento elemental de lo que se quiere hacer. Y yo solo sé que lo único que quiero es conectarme a internet desde el sofá. No sé si es fácil o difícil. De hecho, no sé si es posible.

Por tanto, me paso los días siguientes entrando en foros en los que los informáticos, esos dioses que conocen los secretos del lenguaje en el que las máquinas hablan entre sí, se ayudan los unos a los otros a montar redes como las que yo quiero. De lo que escriben entiendo solo una pequeña parte, pero poco a poco me voy familiarizando con los términos; me entero de que no es lo mismo un punto de acceso inalámbrico que el dichoso router; que hay que proteger la red con una especie de protocolo de encriptación para que no entre cualquiera en la red (no vale poner "avisamos grúa") ; que no es lo mismo el alcance de la red que la velocidad a la que se transfieren los datos en ella... Al final, me armo de valor y vuelvo a la tienda:

- Quiero un router inalámbrico que sirva para compartir una conexión de internet por cable. En concreto, me interesa alguno de la marca linksys, que dicen que van bastante bien. Mi proveedor no me asigna una ip fija, y tampoco quiero contratar una adicional.


He pasado la primera fase. Me siento bien. El chaval me trae una caja con el dichoso router. En la caja pone ADSL en letras bien gordas.


- Verás, yo no tengo ADSL, tengo cable. No tiene sentido pagar un router que actúe de modem para ADSL si tengo cable.


El chaval admite que tengo razón, y yo me siento como si pasase de pantalla. Me trae el cacharro que necesito y, por fín, salgo de la tienda feliz.


Al final, todo fue mucho más fácil de lo que imaginaba. Aún con las pocas nociones que yo tengo, me llevó 15 minutos instalar el router y configurar ambos ordenadores para que me conecten a internet de forma simultánea e independiente. Y los dos van estupendamente. Solo espero que no surja ningún problema y tenga que ponerme a estudiar otra vez....


Este es el inquietante aspecto que presenta el chisme.
 
posted by Andrómena at 1:54 p. m. | Permalink |


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