Los periódicos del fin de semana vienen acompañados de una revista en la que, casi siempre, se incluye un reportaje sobre alguna vivienda de lujo. Amplias cocinas, enormes dormitorios y salones inmensos que desembocan, a través de un ventanal diáfano, en una piscina colgada sobre el mediterráneo.
El texto del reportaje suele darnos cuenta de quienes son sus propietarios. Normalmente lo son un matrimonio formado por un arquitecto (él) y una interiorista (ella). Él ha construído la casa. Ella la ha decorado. Cuando descubrimos este terreno supimos inmediatamente que era el lugar donde queríamos vivir, suelen decir.
Estas viviendas cuentan con pocos muebles. En ese escaso mobiliario predomina el color blanco (muy práctico). De cada una de las piezas del mobiliario se conoce el diseñador y la casa que lo comercializa. El precio, pudorosamente, se omite.
Son casas sin televisión ni teléfono. A veces hay un ordenador portátil abierto sin cable de alimentación a la vista, claramente en desuso: es una pieza decorativa más. Se diría que sus habitantes pasan el día leyendo los libracos en inglés sobre arte aborigen australiano que, como quien no quiere la cosa, aparecen apilados sobre la mesa de la sala.
En estas casas de diseño muerto no se cocina ni se hace ruido. No se mancha nada. Cuando hay habitaciones para niños éstas aparecen en perfecto estado de revista, sin juguetes a la vista, como si se estuviera criando a un psicópata.
A mí me fascinan los cuartos de baño. La tendencia es concebirlos como espacios para el relax, como un spa privado. Para ello incluyen columna de hidromasaje y jacuzzi a ras de suelo con vistas al mar. El inodoro se adosa a la pared y se separa del resto de la estancia mediante un murete. La distribucion de las toallas recuerda a la de a un hotel.
El destino de las revistas dominicales es ser leídas a lo largo de la semana siempre en el mismo sitio, en ese mismo puto sitio donde veo las fotos de esos magníficos cuartos de baño en los que nadie caga porque no vive nadie, porque sus dueños no tienen tiempo para disfrutar esas casas y no pueden evitar que el polvo se acumule sobre las tumbonas de wengé.
sipppp.... esas casas de revista intectas..que se vengan a la mia que hay de todo pero se nota que vivo yo..jajajajjajajajaaa puta entrar a esas csas sin ensuciar, sin coger el papel higénico de mala manera porque todo está perfectamente puesto..ay no que estres..yo he entrado a casas así y es horrible.
besitosssssss viva la vida real!!!