Esta señora se llama Marisol Yagüe. La foto está tomada el día que tomó posesión como alcaldesa de Marbella, y en ella aparece seria, con gesto institucional, un elegante modelo y bronceada a tono con el bastón de mando. Seguramente esa mañana ha madrugado para ir a la peluquería..

Esta señora hoy está en la cárcel porque se le imputan unos cuantos delitos.

Los delitos son cosas feas y, en consecuencia, suelen tener nombres feos que connotan mal y nos disuaden de cometerlos. Así, no tenemos muy claro en qué consiste el estupro, pero sabemos que es una palabra muy fea a la que debe corresponder una acción muy reprobable. No queremos que nos pillen haciéndolo. Lo mismo podemos decir de un hurto o un asesinato.

Los delitos de guante blanco suelen tener, en cambio, una denominación eufemística que rebaja su connotación negativa. Por ejemplo, si nos dicen que alguien ha cometido tráfico de influencias no sentimos tan claramente que se haya hecho algo malo: podemos pensar que el imputado no hizo otra cosa más que unirse al carril por donde las influencias circulan libremente y pasearse entre ellas inocentemente hasta que lo pillaron.

A la señora Yagüe se le imputa, entre otros, el delito de maquinación para alterar el precio de las cosas. Es una denominación arcaica y fina; casi no parece un delito. De hecho, en la facultad de derecho no suele caer en los exámenes. Uno podría pensar que se comete al cambiar la pegatina con el precio de un producto en el supermercado, pero al parecer no es así.

En todo caso, a mí me gustaría cometer este delito. Yo quiero alterar el precio de las cosas. Y estoy dispuesto a maquinar con otros para hacerlo. Si alguien me indica dónde está el precio de las cosas, yo quiero urdir una trama para alterar el euríbor, el precio del pan, el de los vuelos a destinos exóticos y el de esos libros de fotografía tan caros que hojeamos en las librerías.

Eso para empezar: acepto sugerencias.